La noche gira La noche gira y gira en mi habitación del Palacio Salvo como caballo de calesita o casa de la infancia. La noche gira y gira fruta amarilla / amarga y afiebrada / de luna ventanera gatuna o agatada y me susurra pianos remedios o poemas de azules y palabras. Y un silencio tibio como de viejo patio gira y me dice que lo que estaba está insistidor y leal. Y vuelve/ y vuelve / infinito y sonoro caracol de la mar lento giro de noria espejo del ayer girando la lenta y montevideana memoria trasnochada.
Ellas llegan de noche
Ellas llegan de noche y yo las siento silentes en lo oscuro de la casa. Sus levísimos pasos. A veces con risitas o palabras apenas susurradas. Unas miran mis manos / de principito / dicen. Otras - yo ya sé cuáles son - me levantan la sábana y mi sexo otra vez es mirado con ojos picarescos. Unas miran mis pies lo que anduvieron la vida tras sus pasos. Miran sus mapas de puntos invisibles y me acarician las penas y cansancios por el arte de andar sobreviviendo a toda vela y desvelado. O ese otro oficio empecinado y loco: El de estar aún -y todavía- parado ente la vida intentando cambiarla, que no es poco. Unas llegan de elegantes salones tan bellas y tan finas y a la moda. O de calles cubiertas de panfletos de gritos de consignas y de banderas rojas. Unas con letras de niños en cuadernos y otras de manos de arcoíris y pinturas. Unas con caras de libros y vigilias. Otras de fronteras imprecisas o planos superpuestos… Pero todas desnudas. Buscando como hasta ayer buscamos por la piel el alma sin adioses. La paz y la alegría. Y en las luces ocultas de memorias profundas como océanos, en las alas abiertas de orgasmos cual jazmines / o en los besos no dados / el pan tibio de Dios y las ternuras que rompan para siempre con las duras soledades el silencio y los naufragios. Son los duendes alados de mis amores pasados. Mis amantes, mis muchachas compañeras. Las oficiantes de la dulce magia, íntima de secretos y misterios.
Ellas llegan de noche y yo las siento.
Aparicio y la niña
| Alguien me contó que su abuela le contaba: Tenía trece años. Había que evacuar Melo por un ejército profesional salvaje y colorado. Llovía. Yo iba con mi familia sentada en el pescante de un charré o landó de vestido y zapatitos blancos. Un hombre comandaba la estampida / a los gritos / de barba y poncho mojados. Yo vi en los estribos de plata sus pies descalzos. Al verme, asombrada de mirarlo, tan dulcemente sonrió cuando pasó a mi lado. Todavía lo recuerdo . Aparicio cabalgando vuelve / desde la infancia / en una mezcla de aromas conmovedor y extraño: Huelo a tierra mojada y a lavanda, a hombre y a caballo…
Hotel Cervantes
Yo dejé mi reloj
para pagar la cuenta
una mañana… El crujiente ascensor.
Los largos corredores. Nos esperaba la habitación
que desveló a Cortázar.
/la puerta condenada/ Los aromas añejos
de la infancia de Borges
/que estaban, también
en el Aleph/ estaban. Y allí, entre las frías sábanas
los pisos de madera
y el oscuro ropero
con una luna opaca, mi voz / oliendo al alcohol/
buscaba /entre las sombras/
tus labios en esa madrugada. Y el niño que lloraba
llora /todavía/
en la pieza vacía de al lado…
(del libro Tango por dos, 2010)
|
|
Ignacio “Nacho” Suárez (Rocha, 1944) es poeta,
docente, periodista y productor. Ha vivido en Buenos Aires, Madrid, México D.F.
y Londres. En la actualidad reside en Montevideo. En poesía ha publicado los
libros Casi tango (2007), Pájaros azules y otros tangos (2009)
y Tango por dos (Botella al
mar, Buenos Aires, 2010, en coautoría con Alicia Bederián, con prólogo de
Horacio Arturo Ferrer),
Entre sus letras debe destacarse “Los boliches”,
“María de las esquinas” y “Poeta al Sur”, que integraran el repertorio de
Alfredo Zitarrosa. Es miembro correspondiente de la Academia Argentina
del Tango, por lo que ha impartido numerosas charlas y conferencias sobre el
tema
|
Maravilloso e ignorado por mucho que tesoro escondido para mi Gracias por publicar.
ResponderEliminarGracias, Carmen!
ResponderEliminar